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El diario Correo fue el único medio impreso que destacó en portada y en un informe central el análisis de un periodo que no suele pasar desapercibido para los nuevos gobiernos: los cien primeros días de gestión. El balance es necesario, porque en este tiempo se definen los perfiles y las perspectivas de lo que será esta nueva etapa. Por ejemplo, queda claro que habrá una nueva relación, ahora positiva, con la bancada de Fuerza Popular, algo que estuvo lejos de lograr Pedro Pablo Kuczynski. Una nueva relación que -diríamos- no debe traducirse en obsecuencia ni servilismo, pero deja claro que se abre una fase de respeto y en la cual se priorizará la colaboración.

Hay otras líneas maestras no menos importantes: impulso a la economía, nuevo giro en la reconstrucción, apuesta por las necesidades del interior del país y un marcado acento en el diálogo. Del otro lado de la balanza, el Gobierno de Vizcarra deja la impresión de pretender ser un régimen de zapatillas de bailarina de ballet, interesado en no pisar callos; pero, si lo hace, se muestra capaz de retroceder y ofrecer disculpas. Esa estrategia ha dejado una percepción de debilidad peligrosa, que bien puede ser aprovechada por el radicalismo desestabilizador y de agenda política propia. En este mismo espectro, el Gobierno ha hecho un último intento por mejorar la relación con su bancada; aunque la verdad es que el nexo está pegado con babas y, más temprano que tarde, el grupo limeño se abrirá paso y dejará solos a los provincianos. ¿Es positivo el balance? Creemos que sí, que hay esperanza y expectativa, y un intento inteligente de gestión sin enfrentamientos absurdos ni complejos políticos. Hoy, a 104 días, hay mesurados visos de buenos augurios, de que, con esmero, intelecto y paciencia, la gobernabilidad política se va a relanzar y de que este ha sido el punto de partida.