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Resiste, no es fácil, 33 años en la carrera pesan, significan y mucho, especialmente cuando recordando épocas de luces y de sombras en algún momento pensó que todo se había terminado. Pero Carlos Álvarez sigue resistiendo y celebra tres décadas en el arte de la imitación con programa propio en los tiempos del exceso y la frivolidad; Habla bien lo mantiene vivo, vigente y lo motiva al festejo. Y tiene todo el derecho de sacar pecho, porque en una época en la que los programas cómicos brillan por su ausencia, dirigir y protagonizar uno en horario estelar es todo un logro. ¿Y eso es gratuito? De ninguna manera, Álvarez se mantiene porque tras años de oficio, finalmente encontró su veta: el humor político, ese es su fuerte, género que le ha dado la fórmula para seguir reinventándose, un apuesta que lo acompañó desde sus inicios y que le permitió que hasta el mismísimo Augusto Ferrando le dijera “yo te descubrí” y lo lanzará al ruedo bajo su influyente padrinazgo. Álvarez no desperdició esa oportunidad y de allí fue derechito a integrar uno de los programas más emblemáticos de la comicidad local, Risas y salsa, donde aprendió el oficio y se codeó con maestros del humor y la imitación. Allí bebió de la fuente y supo que con el humor podía ganarse la vida, pero había que asumir la carrera con seriedad y disciplina. Fue también en los entrañables sets de Panamericana donde conoce a Jorge Benavides, otro talentoso imitador con el que años después formarían una dupla imbatible y unirían su talento en El especial del humor, aunque esa es otra historia, también de gran éxito. Pero Álvarez también es Las mil y una, Trampolín Latino, El cártel del humor, el protagonista de concurridas temporadas teatrales y hoy hasta coquetea con el cine. No ha puesto límites a la carrera y trabaja como el primer día, sin importar fecha ni horario. Así es Carlos Álvarez, quien celebra 33, número especial, contundente y, aunque lo niegue mil veces, de tanto imitar a políticos, sacarles canas verdes y hasta verse amenazado por ellos, siente que en algún momento le tocará estar del otro lado de la pantalla para asumir protagonismo en la política, actividad que lo apasiona. Lo ha deslizado, no lo disimula, cada vez más alza su voz de protesta contra lo que nos aqueja como sociedad y hasta en algún momento convocó a marchas ciudadanas contra la inseguridad. “El artista no puede dejar de ser ciudadano”, dice. Pero mejor dejémoslo con su arte, con sus aciertos, sus errores, con el talento como imitador que lo ha mantenido 33 años en el ambiente artístico y le ha permitido ser uno de los más grandes. Álvarez nos seguirá sorprendiendo.