La aparición de un libro del secuestrador y asesino Víctor Polay Campos, y su cínica presentación a través de redes sociales, deberían ser un buen motivo para aplicar esa casi dormida y olvidada ley que sanciona la apología del terrorismo, la cual ha servido muy poco en los últimos años. El Estado está en la obligación de defender a la sociedad de elementos nocivos que tratan de justificar, ensalzar y cubrir de “heroicidad” los miles de crímenes que cometieron desde los años 80.

Polay lleva 28 años preso, pero sigue siendo el mismo terrorista y criminal de siempre. Ni sus nexos con la izquierda “democrática” ni su esfuerzo ni los de sus amigos por presentar a esta banda armada como un grupo de “románticos guerrilleros” le lavan la cara. Es un hampón de la peor calaña que el largo encierro no ha cambiado un ápice, por más que en sus declaraciones ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) trató de mostrar “arrepentimiento”.

Uno de los participantes en la presentación del libro de su jefe, fue el chileno Jaime Castillo Petruzzi, un asesino rabioso que estuvo 23 años preso en el Perú, y que tras cumplir su condena y ser expulsado por indeseable, ahora anda en su país hablando libremente de sus “hazañas” bajo las órdenes de Polay. Es otro que no aprendió nada en sus largos años de encierro, primero en el frío del penal de Yanamayo (Puno) y luego en Castro Castro.

El cabecilla ha dicho que los secuestradores de la residencia del embajador del Japón en Lima fueron “héroes”, y justifica los raptos y asesinatos cometidos por su banda, afirmando que fueron acciones “políticas”. Lástima que en el Perú algunos, no necesariamente gente sin formación académica sino todo lo contrario, tomen como suya esta mentira con que se trata de “limpiar” crímenes como los del empresario David Ballón Vera o el del general EP Enrique López Albújar.

Jamás olvidemos que los del MRTA son los mismos que llevaron a cabo la matanza de ocho personas LGTB en Tarapoto. La noche del 31 de mayo de 1989, entre seis y ocho integrantes de este grupo terrorista sacaron a la fuerza a ocho asistentes al bar “Las Gardenias”, para luego fusilarlos delante de la población, en lo que la banda armada llamó una acción de “limpieza social”. Estos son, pues, los asesinos que hoy quieren presentarse como “políticos” o “revolucionarios”.

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