Desgarradoras noticias son las que nos llegan de los actos que comete el Estado Islámico de Iraq y el Levante. No podían ser de otra manera, pues tienen por práctica la violencia y el terror. Esta vez fueron 21 coptos egipcios los decapitados en Libia. El papa Francisco acaba de decir que fueron ultimados por ser cristianos y tiene razón. En Egipto, los grupos islámicos extremistas han venido externalizando una repulsión sin límites hacia los que profesan otras religiones. Los coptos, como los católicos, luteranos u ortodoxos, también son cristianos y fundan su credo a partir de las enseñanzas del Apóstol San Marcos, que llegó hasta las costas africanas de Egipto durante la etapa de la evangelización de la Iglesia de los primeros tiempos. Se distanciaron de la Iglesia católica antes de culminar el siglo V d. C. -era el Concilio de Calcedonia- por discrepancias teológicas sobre la naturaleza divina de Jesús y desde esa época están apostados entre Egipto y Etiopía en un número que ya supera los 60 millones; también los hay en Eritrea y Sudán. El presidente egipcio, Abdefaltah al Sisi, ha mostrado su solidaridad con la Iglesia ortodoxa copta de Alejandría ordenando a sus fuerzas armadas en las últimas horas el lanzamiento de ataques aéreos a posiciones del EI o de sus adictos en Libia. Al Sisi sabe que contar con el apoyo del papa copto Teodoro II -el 118° Patriarca desde que fuera fundada esta Iglesia en el mundo antiguo-, en el mantenimiento de la estabilidad del gobierno y del país, es muy importante. Los coptos lo demostraron cuando cerraron filas con Al Sisi cuando este acabó con el efímero gobierno de Mohamed Mursi en el 2013. El Gobierno egipcio quiere llegar lejos y por eso han ido hasta la ONU buscando reacciones.