Por estos días la izquierda en toda sus variantes -desde la sanisidrina y barranquina hasta la filoterrorista y terrorista, pasando por la castillista, chavista, antaurista, velasquista y golpista-, viene demostrando que tiene la cara más dura que un garrote al ponerse en modo criticona del gobierno decadente de Dina Boluarte, cuando son los que la llevaron a Palacio de Gobierno a pesar de que sabían todo lo que arrastraba y que postulaba por el partido de un inepto y corrupto como Vladimir Cerrón.
Como si fuera poco, los entusiastas votantes de la dupla indisoluble Pedro Castillo - Dina Boluarte (Cerrón no pudo postular al estar condenado por ladrón) sabían que mientras el profesor era un iletrado, filosenderista y conocido solo como tirapiedras y quemallantas, la señora no tenía más “roce político” que el haber postulado sin éxito a la Alcaldía de Surquillo y que estaba embarrada hasta el cuello con las andanzas de “Los dinámicos del Centro” junto a “Puka” Bellido, “Pinturita” y otros.
Dicho esto, habría que preguntar a los criticones qué esperaban de un gobierno de Castillo o de Boluarte, ¿qué levante al Perú luego de la descomunal crisis generada por la pandemia?, ¿qué erradique la violencia callejera que viene de hace 20 años y que se traduce en sicariato, extorsiones, robos y secuestros?, ¿qué haya inversión y trabajo para todos luego de llegar al gobierno con una propuesta terrorífica que traía el cambio de Constitución y acabar con la propiedad privada?
El país entero está viviendo las consecuencias del voto irresponsable que vino desde la primera vuelta, cuando de la nada llevaron al primer lugar de los comicios a un sujeto casi iletrado y aliado del Movadef que inicialmente las izquierdas algo moderadas trataron de cuestionar por su marginalidad y radicalismo, pero que al final apoyaron incondicionalmente y hasta le aceptaron cargos en el gobierno. ¿No sabían acaso que Castillo y Boluarte venían en paquete completo?
En año y medio habrá nuevamente elecciones generales, por lo que sería bueno que los electores sepan bien desde ahora que al votar por un candidato presidencial, lo hacen también por sus aspirantes a vicepresidentes. Así ha sido toda la vida de acuerdo a la Constitución que la izquierda no logra derogar porque no tiene los votos, como para que luego no se pongan a gritar en las calles que tal o cuál personaje que llegó al poder tras una vacancia o renuncia de un mandatario, “no me representa”.