Philip Butters ha disparado una frase que suena exagerada pero que en el Perú es casi un axioma: “ninguno de los que aparecen en los tres primeros lugares de las encuestas ganará la elección de 2026”. Puede sonar provocador, pero no está lejos de la realidad. En el Perú, las elecciones rara vez las ganan los favoritos de la víspera. Como en el fútbol, los partidos se definen en la cancha y no en los pronósticos.

Hoy, quienes encabezan las encuestas son Rafael López Aliaga, Keiko Fujimori y Carlos Álvarez. Sin embargo, tendrán que tener la energía, vitalidad y resistencia de un maratonista de élite para no ser superados en la recta final. López Aliaga tiene una gran desventaja. “La alcaldía de Lima no es un trampolín a la presidencia de la República”, decía Alfredo Torres en su libro Opinión Pública 1921-2021. Añadía que los provincianos descartan a un exalcalde capitalino “bajo la sospecha que acentuará el centralismo limeño”. Su tarea será titánica para mantenerse. Ojo que burgomaestres de la talla de Luis Bedoya Reyes, Alberto Andrade y Luis Castañeda Lossio fracasaron en el intento.

Keiko Fujimori, por su parte, es una especie de Sísifo electoral: empuja su candidatura montaña arriba, pero siempre rueda de regreso al mismo hoyo de derrotas, desgaste y un apellido que inspira más miedo que entusiasmo. Y Carlos Álvarez, al igual que George Forsyth en 2021, corre el riesgo de diluirse en su afán de marcar distancia del establishment, quedando atrapado entre la frivolidad y la falta de argumentos.

La verdadera cifra que debería quitarnos el sueño no es quién lidera las encuestas, sino ese más del 50% que no elige a nadie. Medio país mirando con cara de aburrimiento a la vitrina de candidatos y diciendo: “no, gracias”.