Era evidente que los peruanos no podíamos esperar mucho del discurso de la presidenta Dina Boluarte, quien ayer por cuatro horas con 13 minutos, con motivo del 204 aniversario de nuestra independencia, hizo un recuento de los últimos 12 meses de su turbulento gobierno y lanzó anuncios que habría que ver si en algún momento logran hacerse realidad, como para que no suceda lo mismo que con la mayoría de promesas realizadas hace un año desde el mismo escenario.

Por momentos, incluso, parecía que hablara una gobernadora regional o una alcaldesa, pues se refería a obras pequeñas y a acciones poco relevantes, que bien pudieron ser mencionadas en otras circunstancias. Estaba claro que al igual que en 2023 y 2024, la intención era aburrir y distraer, como para que las críticas vayan a la forma y no al fondo. Sin embargo, tengo claro que lo mejor del mensaje vino al inicio, cuando le cantó varias verdades a la izquierda cavernaria, revoltosa, chavista, cerronista, castillista y golpista.

Si pues, tuvo razón cuando señaló que tras la vacancia de Pedro Castillo por su intento de golpe de Estado, esa izquierda representada en el Congreso pretendió dinamitar el país para forzar el retorno de quien acababa de quebrar el orden legal, o se convoque a elecciones –pese a que había una sucesión establecida por la Carta Magna–, con las que esa gente trataría de imponer una nueva Constitución a fin de llevarnos por la ruta del desastre de Cuba, Venezuela y Bolivia.

Dio en el clavo cuando acusó a esa izquierda de la que fue parte, de haber estado detrás de los violentos desmanes de fines del 2022 y inicios del 2023, cuando hubo toma de carreteras y de aeropuertos, ataques a la autoridad, quema de comisarías y de sedes del Ministerio Público y el Poder Judicial. Quizá por eso en el hemiciclo ayer vimos a algunos legisladores haciendo show con letreros, saliendo de la sesión y hasta quitándose la camisa. Ojalá al menos hayan logrado ganar tres o cuatro votos para su reelección del próximo año.

Boluarte se va sin pena ni gloria y con una popularidad que es casi un error estadístico. El cargo le ha quedado inmenso y es evidente que jamás debió pasar de ser una candidata fallida a la Alcaldía de Surquillo, el distrito donde vive. Sin embargo, al menos en su último mensaje al país con motivo de Fiestas Patrias, les ha dicho a los izquierdistas lo que son: una manga de hipócritas capaces de desatar la violencia y hacer correr ríos de sangre (la de otros, no la suya) para, en nombre de la “justicia social”, mantener su cuota de poder y arrastrarnos al hoyo.