Hace unos días el Instituto de Defensa Legal (IDL) emitió un comunicado denunciando lo que ellos calificaron como una “evidente amenaza de muerte”. Esta supuesta amenaza a miembros de su equipo de investigación fue hecha por un sujeto en bicicleta que dejó una rosa blanca en la puerta de sus oficinas. Era evidente que esto generaría una rápida avalancha de mensajes de solidaridad en Twitter y otras redes sociales, pese a no existir una denuncia policial o fiscal. Inmediatamente, comenzaron a aparecer “voces influyentes” a validar este hecho como un inequívoco acto de amedrentamiento y hostigamiento, pero la verdad era otra.

Quizás el caso más sorprendente fue el del relator especial para la Libertad de Expresión de la CIDH, Pedro Vaca, quien no perdió el tiempo en alimentar el circo de la victimización de Gustavo Gorriti, director del IDL. Los gestos de solidaridad, por supuesto, no solo vinieron de caviares e incautos, sino que fue la excusa perfecta para reforzar el mismo discurso de odio contra la supuesta “ultraderecha”, la “DBA”, “el fujimorismo” y tantos otros fantasmas caviares.

Al finalizar la semana, se comprobó que el autor del hecho era un abierto simpatizante de la labor del IDL quien tuvo que admitir haber dejado la rosa como gesto de solidaridad frente a los ataques que supuestamente había recibido esta ONG días atrás. Se les cayó el show de victimización y las fakenews. El teatrito les estalló en la cara a los caviares y toda la izquierda aliada de Gorriti. No solo crearon la narrativa de “amenaza de muerte”, sin tener prueba alguna, sino que, utilizando sus poderosas redes e influencias, validaron información inexistente y la difundieron como real en redes sociales y medios de comunicación. Ahora ya sabemos que son los maestros del engaño y conocemos su vil modus operandi. Esta vez no van a lograr que los peruanos olvidemos sus vínculos con el Caso Toledo, Odebrecht y Susana Villarán.

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