“Sin ciencia no hay futuro” es una cita que se viene repitiendo mucho en el mundo a raíz de la pandemia del COVID-19. Gracias a la ciencia, y a equipos de científicos y científicas de todo el mundo, es que las vacunas contra la pandemia se generaron en tiempo récord y, pese a las limitaciones, este proceso viene avanzando en el país.

Por esta razón nos preguntamos ¿cuál es el contexto científico en el que se basó el Congreso para formar una comisión que investigue el uso del dióxido de cloro contra el virus? ¿Cuánto dinero se perderá en verificar algo que ya ha sido corroborado por las agencias médicas más importantes del mundo?

La Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés), por ejemplo, advierte que este producto no tiene ningún beneficio médico sino que su consumo causa insuficiencia respiratoria, cambios en la actividad eléctrica del corazón, baja de presión arterial mortal, deshidratación, insuficiencia hepática aguda, vómitos y diarrea severa.

La creación de esta “comisión” da malas señales a aquellas personas que, desesperadas por la incertidumbre de la pandemia, buscan una cura sin medir las consecuencias. Lo debatido en el Parlamento es un atentado contra la salud pública.