Ayer venció el plazo para culminar el proceso de inscripción en el Registro de Organizaciones Políticas (ROP) del Jurado Nacional de Elecciones (JNE).
Al cierre de este editorial, 43 agrupaciones políticas habían logrado su inscripción y, con ello, quedaron habilitadas para participar en las elecciones generales del 2026.
En esos comicios se elegirá un presidente, dos vicepresidentes, 130 diputados y 60 senadores. Si no se concretan alianzas electorales, cada uno de los 43 partidos deberá presentar 193 candidatos. Es decir, 8,299 ciudadanos postularán en el proceso electoral.
La magnitud de esta cifra no puede pasar desapercibida y nos obliga a preguntarnos por la idoneidad de los personajes que los partidos pondrán para pedir el voto de la ciudadanía. ¿Están realmente preparados para asumir cargos de representación nacional? ¿O serán, como tantas veces, improvisados, oportunistas o figuras decorativas?
Las elecciones de 2026 tendrán 20 partidos más que las de 2021 y aquel proceso fue tan atomizado que los candidatos que pasaron a segunda vuelta lo hicieron con menos del 20% del respaldo ciudadano. Más que una fiesta democrática, fue una ruleta política.
Urge repensar el sistema de inscripción de partidos. Tener más organizaciones políticas no es sinónimo de una democracia vigorosa, sino de un sistema débil, que permite la proliferación de franquicias electorales sin visión, sin cuadros y sin propuestas serias.