La semana pasada, el INEI hizo público el informe de pobreza monetaria 2014-2023 que arrojó preocupantes cifras. Estas han sido motivo de discusión y análisis en los últimos días.

Me gustaría, empero, hacer una pausa y referirme al perfil de los más pobres al día de hoy. Si comparamos la incidencia de la pobreza monetaria del año 2023 versus los resultados obtenidos en el año 2019 (año seleccionado para comparar la pobreza actual con los resultados prepandémicos), podremos ver que la población más afectada es la población de 0 a 11 años de edad. En efecto, la incidencia de la pobreza en niños de 0 a 5 años incremento desde el 2019 en 12.3%, mientras que para los niños de 6 a 11 se incrementó en 10.8%. Esta alta incidencia de pobreza viene explicada por las altas tasas de pobreza registradas en las zonas urbanas.

Ahora bien, los resultados del 2023 frente a los del 2019 reportan la prevalencia de los mismos niveles de desnutrición crónica en la población menor a 5 años, siendo esta situación más grave en las zonas rurales (20.3% frente al 8.1% de prevalencia en zonas urbanas).

¿Qué nos indican estos resultados? Que como país tenemos un problema estructural: nuestra infancia es más pobre ahora y con menos oportunidades de desarrollo. Además del serio problema moral que esta situación nos impone, hablamos de un Perú que de no tomar medidas adecuadas verá comprometida su competitividad en los siguientes 50 años. ¿De qué futuro hablamos?, ¿cuál es nuestro norte? Mientras muchos países en el mundo enfocan sus políticas públicas en lograr una mayor resiliencia de las sociedades y economías, en el Perú, aún no nos damos cuenta de los profundos impactos que esta ha generado. Urge romper la inercia.