Las semanas transcurren y no tardaremos en ver a los candidatos presidenciales juntos en un debate público. El primero será con la presencia de todos los aspirantes; semanas después, el segundo se limitará a los cuatro o cinco primeros candidatos en la intención de voto.

Las semanas previas a los debates servirán para terminar de tomar nota del pasado de cada candidato, sus puntos débiles, inconsistencias, toda la munición que sea necesaria para desacreditarlo. Los debates en directo también son interesantes para conocer lo preparados que están los candidatos, su capacidad oratoria y reflejos políticos para salir airosos ante cualquier contrariedad. Lamentablemente, en la actualidad su desarrollo se ve afectado por un formato que casi encorseta a los candidatos a responder preguntas en pocos minutos, siempre en la línea de lo políticamente correcto, convirtiendo el debate en un acto largo y aburrido.

Si bien es cierto el resultado de los debates en nuestro país es relativo, no necesariamente gana una elección el mejor orador o estadista; es importante para los candidatos aparecer en la foto, especialmente a los cuatro o cinco primeros, pues de esa manera se consolida la idea de que en ese grupo más reducido se encuentra el próximo Presidente de la República.

Al final de la primera vuelta (o eliminatoria, como así parece ser en realidad), la campaña para la segunda vuelta es más corta, más intensa y más parecida a una elección presidencial con sistema bipartidista (aunque esto último sea solo una ilusión). Finalmente, una novedad para introducir en los debates, especialmente en la segunda vuelta, es la posibilidad de que puedan contestar las preguntas del ciudadano de a pie, ya sea directamente o por las redes sociales. Un formato que es aplicado en la campaña estadounidense y que acerca más los candidatos con los electores.