La presidenta Dina Boluarte parece empeñada en pasar a la historia como la que dejó que un nueva forma de terrorismo surja y se fortalezca ante la inoperancia de un gobierno que hace recordar a la segunda gestión de Fernando Belaunde (1980-1985), en que por andar en divagaciones, falta de decisiones y discusiones teóricas sobre si los senderistas que ya mataban y ponían bombas eran “abigeos”, “guerrilleros”, “insurrectos” o enviados por los soviéticos, los chinos o los cubanos, años más tarde casi somos arrasados por esos criminales.

Desde el año pasado estamos siendo testigos del brutal accionar de grupos armados, aliados de las mafias de la minería ilegal, que ya han acabado con la vida de 17 trabajadores de una empresa minera formal como es Poderosa y han derribado con explosivos 15 torres de alta tensión que les suministran energía eléctrica para sus operaciones en la sierra de la región La Libertad, donde parece estar surgiendo un nuevo VRAEM ante la pasividad delirante del gobierno central y regional.

Es verdad que el gobierno ha movilizado a militares y policías a la provincia liberteña de Pataz, declarada en estado de emergencia, y que este último ataque ha sucedido en la vecina provincia de Sánchez Carrión. Sin embargo el problema es uno solo y no está siendo afrontado de forma adecuada por un gobierno empeñado en meterse en problemas por asuntos ridículos que sin duda distraen la atención que requieren situaciones como el terrorismo en esta parte del país.

Del gobernador de La Libertad, César Acuña, no se puede esperar nada. Es un cero en la gestión. El hombre más anda pensando en sus viajes y sus negocios. Además, se sabe que a él solo le aterra la violencia de Trujillo y no la que se vive en la sierra. Quizá esto se deba a que piensa lanzar a la alcaldía de la capital liberteña a uno de sus parientes. No sería raro si se tiene en cuenta que Acuña, su familia y su partido han estado al frente de la región, diversas alcaldías y bancadas congresales, con los tristes resultados que ya conocemos.

Tanto el gobierno central como el regional no están a la altura del reto de hacer frente a este grave problema que en algún momento nos va a estallar en la cara a todos los peruanos como sucedió en los años 80, en que por no matar al monstruo cuando era pequeño y recién asomaba, años después se volvió incontrolable y por poco nos devora. Siempre es bueno mirar la historia para no repetir los errores, especialmente aquellos que cobran la valiosa vida de los peruanos y dañan la economía.

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