Desde fines de los años noventa, tras el fin del terrorismo, los símbolos patrios en Perú han dejado de ser exclusivos del protocolo oficial para integrarse con naturalidad en la vida cotidiana. Durante julio, las banderas ondean en los hogares, pero también se multiplican los pines, camisetas, bufandas y gorras con el escudo nacional en oficinas, plazas y mercados. Esta apropiación cultural espontánea revela que los símbolos patrios pertenecen a todos los peruanos, no solo a la milicia.

En un mundo donde muchas naciones enfrentan divisiones identitarias, nuestros símbolos patrios han actuado como puentes de cohesión. Su uso civil no desvirtúa su esencia: la fortalece. Por ello, la reciente aprobación del Reglamento de la Ley N.º 32251 debería enfocarse en preservar su dignidad sin restringir su cercanía. Prohibir su presencia en logotipos privados o limitar su uso cotidiano contradice el principio de unidad nacional, que también se expresa en los elementos simbólicos que nos representan.

La Constitución reconoce como símbolos de la patria la bandera, el escudo y el himno nacional. Sin embargo, la patria es más que un territorio: es historia, cultura, lengua y memoria compartida. Se trata de símbolos que no son propiedad exclusiva del Estado ni de las Fuerzas Armadas, sino referentes de identidad nacional disponibles para todo peruano que los reivindique con respeto.

Las normas de esta naturaleza deben proteger, no restringir. Un símbolo patrio no se desvirtúa por estar en una camiseta, sino cuando pierde su vínculo con la memoria colectiva. Por eso, integrarlos dignamente fortalece el civismo y la cultura democrática.