El verdadero drama del Congreso es que cualquier advenedizo, aventurero, oportunista y hasta delincuente puede postular sin problemas y ganar una curul. Por supuesto, en ese grupo están también los que hacen su pasantía para ser cómicos. Ya en el Hemiciclo con las justas balbucean una queja, un insulto o una consigna. Sus discursos no tienen principios ni convicciones, mucho menos ideas.

Ante este panorama, es natural que para algunos su prioridad sea el negocio, los viajes, el confort y los privilegios. El millón 600 mil soles gastados por los congresistas en sus periplos internacionales lo confirman. Entre otros destinos, viajaron a Egipto, Ruanda, Rumania, Letonia y Baréin. ¿Para qué?

No hay nada qué hacer, sus intereses personales están por encima de los intereses de la mayoría de peruanos. Y eso que nosotros les pagamos los pasajes y los viáticos. Por eso, el Congreso tiene tan baja aprobación y poca confianza de la ciudadanía, según todas las encuestas. Por ello, hoy un parlamentario dejó de ser una promesa para convertirse en una amenaza.

Si esto sucede es porque ya no existen partidos políticos vigorosos y formadores de buenos líderes. Ya se sabe, los líderes deben tener tres características fundamentales, según Andy Stalman: Ser valientes, ser comunicadores que inspiren (no solo deben saber hablar sino cómo hablar) y ser claros acerca del propósito (hacer sentir a todos que son importantes). Por supuesto, nada de esto tienen nuestros congresistas.

Siempre recuerdo una anécdota relatada en el libro “¿Por qué no hay partidos en el Perú?”. Se cuenta que José Barba Caballero dejó el Partido Aprista en 1992, formó su propio partido y fue elegido congresista más de una vez. Éste decía que la inspiración se la dio su amigo Rafael Rey Rey, quien abandonó el Movimiento Libertad a comienzo de los años noventa y fundó Restauración Popular. “Si ese tonto forma un partido político, ¿por qué yo no?”, dijo Barba, según una entrevista en un medio de comunicación el 4 de mayo del 2011.

Es evidente que muchos siguieron este ejemplo. Por eso no sorprende que abunden políticos indolentes que solo se dediquen a manejar su poder, atendiendo solo a sus intereses.

Por ello, hoy un parlamentario en el perú dejó de ser una promesa para convertirse en una amenaza




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