A veces podemos ser buenas personas cuando creemos que nadie nos ve, pero podemos ser aún peores, cuando estamos seguros de que nadie lo hará.

Por Gastón Gaviola ()

Salimos a almorzar con la gente de la redacción y terminamos comiendo pollo en la cadena que está en la esquina de dos avenidas grandes, allí donde hay harto tráfico y todavía muchos más ambulantes.

El local estaba lleno, no a reventar, pero lleno. Había oferta de dos por uno en los sánguches crispy y el que menos -empezando por nosotros- estaba allí anotándose. Al poco rato de instalarnos entró una mujer. Era una vendedora de dulces del semáforo, de esas que llevan mandil de colores auspiciadores y cargan con una caja llena de golosinas.

La señora entró, como decía, dio una mirada rápida al local, caminó hasta una mesa pequeña, para dos, de las que están pegadas a la pared y dejó encima su caja. Pensé que era un poco arriesgado que dejara allí todas sus golosinas para entrar con comodidad al baño; tan convencido estaba de que para allí se dirigía. Pero en vez de hacer eso, se dio la media vuelta y salió del local.

Yo la seguía con la mirada, mientras apuraba las papas fritas de mi orden, esperando de corazón que nadie se llevara sus galletas y chupetes que colgaban de los lados de su caja. Pero la preocupación no duró mucho porque a los pocos segundos ella regresó. Llevaba de la mano a un hombre ciego. Ciudadano común y corriente, sin un solo apunte que lo destaque de cualquiera de los que allí estábamos, salvo el hecho de que era invidente y nosotros no.

La señora de los dulces lo llevaba del brazo y el hombre se dejaba guiar sereno. Ella le arrimó la silla para que se siente tranquilo, y antes de llevarse sus dulces, caminó hasta la barra de atención y llamó a la cajera. Regresó con ella hasta la mesa. La chica tomó la orden de manera amable, pero pese a eso, la vendedora seguía sin recoger sus golosinas. Se quedó al lado hasta que el hombre sacó dinero del bolsillo, y pagó su orden. Recién cuando toda la transacción se completó, tomó sus cosas, abrió la puerta y regresó al semáforo de la avenida.

Afuera la ciudad seguía en lo suyo. Muchísima gente en los cruces, esperando un cambio de luz para cruzar. Pasajeros que subían y bajaban de los buses. Limeños que rescatan gatitos y le dicen no a la piratería. Ciudadanos honestos y respetables, que pagan sus impuestos y no ven televisión basura. De esos, ninguno ayudó al hombre del bastón y gafas oscuras a llegar a la mesa del restaurante para que pueda ordenar su almuerzo.

Fue la señora que se gana la vida de sol en sol justamente entre todas esas personas, la que usó cinco minutos de su tiempo en abrir la puerta, escoger una mesa en un restaurante lleno, y no irse hasta asegurarse de que el vuelto venía completo. Cinco minutos que le pudieron servir para subirse a dos micros o para ofrecer sus chocolates a las ventanas de veinte carros.

La historia pudo acabar allí, con sonido de saxofones y fade a negro, dejándonos el bonito sentimiento de que no todo está perdido en Gomorra.Y que con diez más así Perú de hecho va al Mundial. Y luego me acuerdo de un episodio parecido, pero no igual de hace algunas semanas.

Otra vez una avenida grande, en Miraflores. Era de noche. Caminaba hacia el malecón y me detengo en un semáforo peatonal esperando para poder cruzar. En la vereda del frente un invidente haciendo lo mismo. Entre ambas veredas un auto sobrepara. El conductor saca la cabeza por la ventana. Lo escucho con claridad porque está gritando. Cruza, estás en verde.

El hombre sonríe hacia la voz que ya se alejó impune a ochenta por hora. A punto estuvo de que se lo lleven los carros que venían por la avenida. De que él y el infortunado chofer que lo hiciera volar por los aires acabaran heridos o muertos. Sin que ninguno de los dos supiera nunca qué diablos había pasado.

Fin de la historia. Por fortuna nadie salió lastimado. Pero les decía que uno se queda pensando. Por cada buen alma en un semáforo, hay un mal nacido que aparece en la oscuridad. De esos que para condenar a alguien sí parecen tener tiempo.

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