Espectacular, delirante, demencial, salvaje. Todos son adjetivos que le van como anillo al dedo a “Mad Max: Furia en el camino”, cuarta entrega del australiano George Miller sobre el intrépido guerrero de la carretera que hizo famoso a Mel Gibson hace más de tres décadas y que ahora encarna el británico Tom Hardy.

A estas alturas resulta muy interesante apreciar este nuevo trabajo de Miller después de alejarse por completo de los temas violentos y apocalípticos para orientar su carrera hacia el cine infantil con “Babe: El puerquito valiente” (1998) y “Happy feet” (2006), filmes de gran aceptación comercial, produciendo además las secuelas.

Según el propio realizador, hace un tiempo estaba cocinando la posibilidad de volver sobre el 'loco' Max, pero tenía que ser con un argumento lo suficientemente sólido y bien planteado. Así, junto a los guionistas Brendan McCarthy y Nico Lathouris preparó un libreto contundente, repleto de las iconografías que hicieron de las tres cintas previas obras de culto. Y volvió a las andadas con mano firme y el mejor pulso.

GRAN INTENSIDAD VISUAL. Este nuevo “Mad Max” es una aventura de gran intensidad visual y narrativa, que emparenta muy bien -a la par que le rinde homenaje- con la segunda película de la célebre trilogía iniciada en 1979 y concluida en 1985. La acción se sitúa nuevamente en un mundo posapocalíptico donde el agua escasea demasiado y la gasolina es el combustible más preciado. En este contexto Max (Hardy) sigue siendo un hombre solitario y lacónico que sobrevive atormentado por su pasado.

En la ruta Max se verá en la necesidad de asociarse con una audaz y extrañamente atractiva fugitiva llamada Emperatriz Furiosa (Chalize Theron). Esta ha huido de una rocosa ciudadela controlada por el tiránico y extravagante Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne, actor del primer “Mad Max), un implacable señor de la guerra a quien Furiosa le ha arrebatado unas bellas e irreemplazables jóvenes.

Esta situación que dará lugar a una descontrolada, interminable persecución por el desierto, en la que Immortan Joe y su séquito de fanáticos sobre ruedas irán tras la rapada Emperatriz, a quien Max se sumará como un perfecto aliado. Mucho ojo con la brutal pelea en la que ambos se sumergen cuando recién se conocen, de lo mejor de la cinta.

Un árido y amplio escenario y una notable fotografía (del veterano John Seale, habitual colaborador del también australiano Peter Weir) que agudiza la aspereza de la acción sirven ejemplarmente a un relato -repleto de estrafalarias carrocerías y 'freaks'- en el que su energía, violencia y crueldad se conjugan con una dosis de alucinante humor negro. La impresionante visión futurista de Miller es también un fascinante espectáculo.

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