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Se han cumplido mil días de Leopoldo López en la cárcel de Ramo Verde, el símbolo de la represión de la dictadura venezolana encabezada por el ilegítimo presidente Nicolás Maduro. La condena para el más emblemático de los presos políticos que existe en Venezuela ha sido fijada en 13 años, nueve meses y siete días de cárcel, la que ha sido impuesta por un tribunal de justicia escandalosamente tomado por el régimen chavista y que lo acusó de los delitos de instigación pública, daños a la propiedad, incendio intencional y asociación para delinquir, sobrevenidos de aquel 12 de febrero de 2014, día de la gran marcha en el centro de Caracas organizada por la oposición bajo su liderazgo, y que dejó como saldo 43 muertos, 600 heridos y más de 3500 detenidos. El gobierno, viendo el enorme liderazgo y el nivel de convocatoria del exalcalde del distrito de Chacao -por un momento se olvidó de Henrique Capriles, el otro importante líder opositor-, lo encontró como el mayor responsable de esta protesta popular, cuyo trágico resultado más bien fue producto de la feroz represión chavista y de las milicias urbanas, armadas hasta los dientes por el chavismo en la idea que le servirían de mecanismo de contención y hasta de intimidación social. El tiempo va transcurriendo y mientras la esposa de Leopoldo, Lilian Tintori, se ha convertido en la principal defensora de su libertad y en la activista de los derechos humanos de todos los presos políticos que existen en las cárceles del país, el líder de Voluntad Popular no puede ver crecer a sus hijos Manuela Rafaela (7) y Leopoldo Santiago (3). La responsabilidad penal para Nicolás Maduro es muy grande y deberá responder a la justicia democrática en su momento. Hay que valorar que López no se ha quebrado emocionalmente y aunque sabe resistir -es lo que más desespera al régimen-, su justificada rebeldía no tiene detención. Su fuerza principal la constituyen su esposa y sus dos hijos. Valiente desde el comienzo, López, que viene siendo objeto de actos abusivos en el recinto carcelario totalmente reñidos por los derechos humanos, saldrá tarde o temprano de la prisión y su país tendrá que compensarlo. No es que Leopoldo lo espere, sino que se trata de una consecuencia lógica devenida del peso de las circunstancias que él jamás buscó y por las que Maduro tendrá que pagar.