A diez días de la votación, las bandas armadas del chavismo acribillaron a Luis M. Díaz, un candidato opositor en plena campaña. Lilian Tintori, salpicada por su sangre, dijo que las balas eran para ella y advirtió que el gobierno quiere matarla. La intimidación descalifica una justa electoral indignante, porque Maduro y los suyos repiten que no reconocerán una derrota, y paralizarán desde “la calle” un congreso con mayoría contraria al gobierno.

El asesinato de un candidato poco antes del sufragio, cuando la vergonzante “Misión de Acompañamiento” de UNASUR ya se instaló oficialmente en Venezuela, es una muestra más de impavidez. Una afrenta a los Estados miembros del malhadado organismo alumbrado por Chávez, Lula, Kirchner y el ALBA. Tolerando graves excesos y sin siquiera condenarlos, el servil Secretario General de UNASUR tuvo que buscar un “Representante Especial” ajeno a la organización. Así encontró a alguien dispuesto a aceptar un encargo que solo puede cumplirse dignamente si se condenan los brutales abusos de la dictadura. El expresidente dominicano Leonel Fernández ha asumido ese cuestionable reto, asistido por un funcionario menor del chavista boliviano Evo Morales. La Misión se ha limitado a emitir un comunicado contra la violencia en general y a pedir al gobierno venezolano que investigue a sus propios esbirros.

Sin demora alguna, el chavismo ha inventando las delirantes historias que acostumbra (es un montaje de la MUD, aprovechando un ajuste de cuentas “entre delincuentes”). El crítico y valiente llamado del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ha sido recibido con las groserías propias de Maduro. Colombia, Chile, Panamá, Uruguay, Brasil, NN.UU., España, EE.UU. y la UE han tomado claras posiciones de repudio, mientras que Cuba y las izquierdas callan o expresan ambigüedades. Lo dicho por el Premier del Perú ha sido a título personal y no disimula el inexcusable silencio del gobierno.

Buscando razón a la sinrazón, Felipe González ha insinuado que el chavismo intentaría crear un clima que frustre las elecciones para evitar una inminente humillación. Comparto la hipótesis, porque un terrorismo electoral tan inoportuno no se concibe sin un objetivo político. Pero de producirse el milagro democrático de una votación limpia, ¿qué podría esperarse de un parlamento opositor frente a una prepotente dictadura apoyada por el “Ejército Bolivariano”?