Ciertamente, la política nuestra de cada día está magalyzada y falta poco para que, por ejemplo, algunos congresistas se coman a dentelladas y otros viven entre amor y fuego (polarización le dicen), con infidelidades a sus partidos por apetitos personales. Ahí tenemos a Perú Democrático, la nueva bancada de disidentes o tránsfugas encabezada por el siempre belicoso Guillermo Bermejo.

Claro, el ampay nocturno con mayor rating ha sido el protagonizado por el profesor Castillo entrando, con gorro y a paso ligero, a la casa del pasaje Sarratea, en Breña, para darle trámite a una agenda a todas luces ilegal, informal, sospechosa y que le puede costar la vacancia si el Congreso y la Fiscalía se ajustan la correa y actúan en salvaguarda de la transparencia y el respeto al sillón de Pizarro.

La propia Sigrid Bazán, bien planchadita ella, confesó que le avergüenza este Parlamento, al que calificó de circo. Es como que alguna “guerrerita” saliera a decir sin ningún asco que está harta de Chollywood. Sin perder tiempo, casi al estilo “Peluchín”, el legislador Alejandro Cavero le propuso que “si tanto odia el Congreso, que pida licencia sin goce de haber que nadie la va a extrañar”. Se cayó la estantería.

Y si hablamos de funambulismo y payasadas, el expremier Guido Bellido está en el podio necesariamente. Hace unos días retó, como en el Lejano Oeste, a su colega Ernesto Bustamante para liarse a golpes en las afueras del Congreso. Involución total. Por eso la abultada desaprobación ciudadana a este poder del Estado y también al Ejecutivo. Y cómo no si Bruno Pacheco escondía 20 mil dólares en un baño de Palacio y la parlamentaria oficialista María Agüero alega que el sueldo no le alcanza para vivir. Al fondo ya no hay sitio.