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Las viejas malas costumbres parecieran continuar enquistadas en el fútbol peruano. Un sistema del torneo local confuso y arbitrario, clubes sin canteras ni planes deportivos a mediano o largo plazo, que deben millones al fisco, y equipos manejados de forma precaria e improvisada son solo algunos de los vicios cotidianos de nuestro balompié.

A pesar de que el contexto regional y mundial evidencian la necesidad de apostar por proyectos deportivos de largo aliento enfocados en el desarrollo de las divisiones menores para alcanzar resultados, aquí pareciéramos no habernos dado por enterados.

Universitario de Deportes, el último campeón del torneo Apertura y principal candidato al título nacional, acaba de dar una muestra más del subdesarrollo de nuestro fútbol. Hace pocos días presentó, entre bombos y platillos, a sus flamantes refuerzos para la Copa Sudamericana. John Galliquio tiene 36 años, y ocho meses sin actividad futbolística. Dos características que bastarían para ahuyentar a la gran mayoría de equipos profesionales del mundo. Si bien tuvo momentos felices con el club crema, es también cierto que su fuerte temperamento, conocido de sobra en el medio, podría trastocar de alguna forma un vestuario que hasta hoy viene funcionando de manera positiva. Otro zaguero que llegó para vestir la crema es el uruguayo Diego Rodríguez, quien a sus 25 años lleva solo dos partidos oficiales con su último club, el Cerro de su país natal. A favor tiene su edad, y un biotipo adecuado (mide 1.86 metros). Habrá que ver qué tanto puede dar. El tercero es también un hombre de primera línea: Josué Estrada, quien a pesar de una buena temporada con el Aurich hace ya dos años, lleva buen tiempo relegado en Sporting Cristal, donde Mariano Soso apenas contó con él.

El último en llegar ha sido Juan Pablo Pino. Un delantero colombiano de 29 años que en sus inicios como futbolista pintaba como crack, pero que conforme pasó el tiempo se fue desinflando hasta convertirse en un cuasiexjugador. Más que una oportunidad deportiva, para Pino la oferta de la ‘U’ ha sido un salvavidas. Una forma de volver al fútbol ya sin nada que perder. Universitario, desconociendo su condición de club grande en el país y la región, ha asumido un riesgo innecesario. Quizá Pino sea un éxito y se convierte en el goleador que el equipo crema necesita. Sería una gran noticia para su hinchada. Pero el fondo seguirá siendo el mismo. Vender jóvenes y talentosos futbolistas, y en su lugar contratar futbolistas veteranos, sin actividad y casi retirados. Una apuesta que podría traer ciertos resultados en el corto plazo, pero que a la larga siempre dejará un déficit. Y colaborará con un círculo viciosos que hace décadas impide a grandes promesas de nuestro fútbol surgir y tener una oportunidad.

Mientras las malas costumbres continúen con legitimidad entre afición y opinión pública, las dirigencias continuarán con un modelo que aunque obsoleto y caduco, resulta más económico que apostar por la formación de nuevos jugadores y, por consiguiente, la inversión en divisiones menores.