La novela Rebelión en la granja de George Orwell, examina con sutileza el progresivo proceso de descomposición intelectual y moral de la clase dirigente revolucionaria de orientación marxista, demostrando que estos cuando llegan al poder, acaban invariablemente adquiriendo los “vicios de la clase burguesa”. Una crítica similar la hallamos en el insigne escritor Mario Vargas Llosa que expresó con verbo recio en la reciente entrevista que dio al periodista Jaime Bedoya a El Comercio, que “todos los regímenes de izquierda han fracasado el mundo”, es decir, que allí donde una sociedad se sometió a la línea ideológica del marxismo, incubó el virus de su propia destrucción y exhibió la más alta intolerancia. La gran purga llevada a cabo por la Unión Soviética entre 1936 y 1938, el genocidio camboyano liderado por Pol Pot, la dictadura cubana que está en el poder desde 1959, Chávez y Maduro que han desterrado toda posibilidad de vida digna en Venezuela provocando el desplazamiento de mayor magnitud registrado en Sudamérica; y Daniel Ortega en Nicaragua que ha declarado apátridas a sus opositores, son algunos ejemplos. Lo es también Mao Zedong, quién, con la idea fija de instaurar la dictadura del proletariado, entre 1959 y 1961 generó la gran hambruna china dejando más de 20 millones de muertos. En la actualidad, el Partido Comunista de China, aparenta tener un gobierno transparente y democrático, pero si ejecutamos la labor del carpintero, quitando el barniz veremos el estado putrefacto de la madera: el ´genocidio uigur´; minoría étnica musulmana que habita en la región de Sinkiang, al noroeste de China. Ellos sufren persecución, trabajos forzosos y adoctrinamiento.