Últimamente, se percibe una extendida “confusión” entre los líderes y dirigentes políticos. No sabemos si es debido a la moda “progre”, también conocida como lo “políticamente correcto”, o a una posición consciente y coincidente sobre puntos de la agenda globalista.

Allá, por los años de 1930, el trotskismo utilizaba el entrismo como estrategia para la implantación de cuadros políticos afines, en partidos de centro, para redireccionarlos hacia una organización “revolucionaria” permanente, o para dividirlos. El entrismo ha evolucionado. Actualmente, esta estrategia se presenta reformulada e impulsa activamente la agenda progresista.

Los medios de comunicación e instituciones públicas están plagadas de defensores y activistas de esta agenda. Los partidos políticos no son la excepción. Conservadores, liberales, socialdemócratas, socialistas, nacionalistas, y ni qué hablar de la izquierda caviar y de la extrema izquierda, todos, sin lugar a dudas, tienen puntos en común con esta agenda. Así tenemos a defensores del medio ambiente, del cambio climático, de la agenda 2030, de los ODS, del movimiento LGBTIQ+, del feminismo, de la ideología de género, del derecho al aborto, de la consulta previa, de la gobernanza y un largo etcétera.

De esta manera, contemplamos a liberales marchando decididamente contra Castillo. Sin embargo, al día siguiente, marchan junto a los “morados” y la izquierda caviar, aliados del castillocerronismo, bajo la colorida bandera LGBTIQ+, punta de lanza del globalismo. Igualmente, vemos a congresistas de centro votar a favor de la SUNEDU, ¡nido progresista!

Tal y como vemos, los “progresistas” encarnan falsos valores cuya misión consiste en descarrilar los proyectos nacionales y desnaturalizar los programas del gobierno partidario que no se ajusten a la agenda globalista, contaminándolos desde dentro. Lo cierto es que estos agentes están quedando en evidencia y su traición se manifiesta en los hechos.