Hace unos días, por un tema personal tuve que ir a la Divincri, donde conocí de cerca la labor de un equipo dedicado a desarticular bandas de secuestradores y extorsionadores, un trabajo serio y delicado que implica mucha estrategia para salvar vidas de personas. Pero no solo sentí la buena voluntad de los policías, sino cierta incomodidad por no tener más armas legales y operativas para aprehender a los criminales.Un proceso de denuncia dura un aproximado de tres horas y media en circunstancias normales. Sin embargo, este tiempo es sólo el inicio de una larga travesía para ver la luz al final del túnel de la angustia. A parte del registro policial, un fiscal interviene completando el cuestionario para la víctima, quien parece que tiene la obligación de convencerlo sobre la ejecución del delito.Un policía comenta con satisfacción la labor efectuada para liberar a una comerciante secuestrada. Son de esos casos donde uno puede decir que hay policías nobles y audaces, capaces de planear estrategias milimétricas para poner a buen recaudo a las víctimas. Entonces, uno piensa que, aunque la delincuencia avance, el trabajo policial también lo hace por su lado para mitigar el impacto.El detalle es que mientras antes los agentes del orden podían detener a un presunto delincuente para investigarlo por una semana, ahora el plazo se reduce al mínimo de 24 horas. Esto no solo exige que el trabajo de inteligencia policial sea más preciso con las pruebas, sino que la labor fiscal juegue a la par. A esto le debemos sumar la capacidad operativa de ambas instituciones, cuyo personal no es muy abundante.