La pregunta que todos nos hacemos es si realmente el proceso de negociaciones de paz entre Israel y Palestina tiene la carga manifiesta de querer llegar realmente al fondo del asunto y darle una solución definitiva y permanente o simplemente se trata de un proceso iluso, sin convicciones. Si fuera lo primero, está claro que el presidente de Palestina, Mahmoud Abbas, no tiene ninguna capacidad de control sobre el Hamas. Si eso es así, las negociaciones que comenzaron luego de la masacre en Gaza serán un fracaso total. Es una regla de la negociación que los actores visibles de ella cuenten con el respaldo de su propia fortaleza. Sin piso y totalmente debilitado, nadie negocia a ganador en nada. Desde que se produjo la escisión entre Al Fatah, que controla Cisjordania, y el Hamas, que impone su poder en Gaza, allá por el año 2008, el presidente de Palestina parece que no ha podido lograr un control efectivo sobre la facción terrorista del Hamas. Estoy muy preocupado porque conocemos el perfil de Benjamín Netanyahu. La última vez que declaró el primer ministro israelí, antes de la incursión en Gaza en el pasado mes de julio -donde murieron más de 2000 personas en 50 días de ataques-, luego de verificarse la muerte de tres jóvenes judíos, Netanyahu había dicho que “Hamas pagará por lo que ha hecho” y ya sabemos lo que sobrevino las semanas siguientes. Ahora, luego del cobarde asesinato de 4 judíos que se encontraban rezando en una sinagoga en Jerusalén, acaba de decir que “habrá mano dura” para los culpables, incluso ha imputado responsabilidad al propio presidente Abbas. Mientras Palestina no ordene las cuotas de poder hacia adentro no habrá garantía de nada hacia afuera. Sin proceso de negociación sincerado, no habrá paz.