La delincuencia esta desatada en el Peri. En Lima, la situación es insostenible a tal punto que el gobierno ha declarado estado de emergencia por 30 días. Esperamos –por supuesto– que en estos 30 días se ejecute (y no se comience recién a planear) una estrategia preventiva del delito y se proceda a capturar bandas de delincuentes ya identificas por la inteligencia de la policía nacional. Esperamos, también, que el Ministerio Público no actúe con bondadosa ineptitud y suelte a los delincuentes que la PNP atrapa para volver a ponerlos en las calles. Los derechos de los ciudadanos son vejados diariamente por la delincuencia: en sus centros de trabajo, en sus empresas, en la vía publica y hasta en las propias entidades educativas en donde educan a sus hijos. Mientras el ministro del Interior se tambaleaba en piruetas de subsistencia política ante el Congreso, la cultura de la ilegalidad y la violencia parecen campear sin compasión en nuestro país.
Recientemente, el saliente ministro Santiváñez anunció una inversión pública inmediata por más de S/ 549 millones en compras varias para fortalecer la PNP, así como un plan de acción en contra de las extorsiones. Muy grave resultó conocerse que entre enero y mayo del 2024 la PNP detuvo sólo en Lima a 89,700 personas de las cuales 92% fueron liberadas. Si bien el ministro no precisó cuál era la entidad “liberadora” ni las causales de tal volumen de actuación, es claro que se refería al Ministerio Público y al Poder judicial.
Parece iluso decirlo, pero es hora de acabar con la confrontación política entre el Ministerio del Interior, el Ministerio público y hasta el Poder judicial. Es hora de que se planifique –inteligentemente– el despliegue de todos los esfuerzos para cerrar filas a la delincuencia y proteger a la población: Revisar con urgencia el marco legal que permita la detención de los delincuentes y que evite la liberación de los capturados, asignar a la Policía Nacional los recursos y equipamiento necesarios para actuar en la prevención del delito y la detención de las hordas criminales, pero también, revisar la densidad poblacional de cárceles que exceden largamente su capacidad. Seguir en una inútil confrontación política habría hecho a mi abuela decirles a todos “bellacos”, aunque ahora sea más chic “merluzear”.