Todo parece indicar que este Congreso se va a despedir con una Mesa Directiva conformada por personajes que representan “muy bien” al Parlamento que se eligió junto con el golpista encarcelado Pedro Castillo, pues la plancha con más posibilidades de manejar el Poder Legislativo hasta el próximo año y cerrar más de tres décadas de unicameralidad, estaría encabezada por un investigado por violación sexual e integrada por gente con abundantes cuestionamientos y pesquisas abiertas en el Ministerio Público.

Incluso llama la atención que en esa plancha se considere a Waldemar Cerrón, quien de esa manera busca quedarse en el cargo por tres años, en desmedro de otros miembros de la bancada de Perú Libre. Parece que la vocación antidemocrática de esa agrupación se impone para no dar pie a la alternancia. Claro, ser pariente del dueño del partido da una ventaja a quien pasará a la historia por tratar de sacar leyes en favor de su prófugo hermano y condecorar a Dayanita “por su impacto positivo en el arte y la cultura”.

En fin, otra cosa no se podía esperar. Ambos encajan dentro de la realidad de un Congreso para el olvido en que han reinado “los niños”, “los mochasueldos”, “los viajeros”, “los fiesteros”, los que contratan a los amigos y parientes, los que aprobaron normas en beneficio propio como las que dan luz verde a su reelección, los que defienden a impresentables como Castillo y Antauro Humala, los que ya comenzaron a hacer campaña con recursos públicos, los que no saben dónde están parados.

Son los que llevan cuatro años de “trabajo” remoto y que en muchos casos no saben ni por qué están votando, los que actúan como brazo político de economías ilegales a cambio de votos y plata, los que no han dicho una palabra ante el hecho de que la familia Acuña haya convertido al Poder Legislativo en su agencia de empleos, los que odian a los medios de comunicación que ponen luces a sus bajas acciones. Hay excepciones, obviamente, pero son contadas con los dedos de una mano.

No tengo mucha esperanza en que el próximo Congreso sea mejor, pues muchos de los actuales parlamentarios serán reelegidos y otros vendrán desde “partidos políticos” que más parecen clubes o ferias de amigos –y luego enemigos–, que solo buscan una parcela de poder. Ideal sería que hayamos aprendido la lección de lo mal que votamos en 2021, pero dudo que así sea si muchos siguen pensando que Castillo fue víctima de un golpe de Estado. Si hay ciudadanos con una visión tan distorsionada de la realidad, ¿qué podemos esperar?

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