Precedido por el Martes de Carnaval, el esperado Miércoles de Ceniza, que es hoy, conforme el calendario litúrgico, marca el inicio del Tiempo de Cuaresma en la historia de la Iglesia y que es identificado como el tiempo de purificación y de penitencia, preparando el camino hacia la Pascua de Resurrección, pues va hasta el Jueves Santo que será el 14 de abril próximo. No solo el número 7 es dominantemente bíblico.

También lo es el 40, y con relevancia en la historia de la política internacional. ¿Por qué 40?, pues fueron 40 los días de Jesús en el desierto en que fue tentado por el demonio, y 40 los días que duró el diluvio descrito en el Antiguo Testamento (Génesis 7). Durante la Edad Media -va del 476 d.C. con la caída del Imperio Romano de Occidente a 1453, en que se produce la caída de Constantinopla por los turcos otomanos de Mahomet II-, la religión determinó la vida social y política. De hecho, el papa tuvo mucho más poder que los reyes. Cobró mucha importancia la cuaresma que fuera introducida en los tiempos de la Iglesia primitiva, período anterior al Medioevo, por el padre Irenaus de Lyon (130 d.C a 200 d.C), y luego empoderada por el Concilio de Nicea en el 325 d.C.

La cuaresma, entonces, sirvió como oportunidad idónea para que los prisioneros e impíos pudieran convencerse de confesar sus delitos y merecer por esa actitud, el perdón. Así fue como, con los años, en el marco del derecho de la guerra, se hizo una práctica en medio de los conflictos durante la cuaresma no ejecutar a los condenados a muerte porque se abrigaba la esperanza del arrepentimiento y/o la delación.

No debe confundirse con la tregua -lapso del alto el fuego- que solía acordarse entre los combatientes durante la Navidad o el Adviento, y muy desarrollada por el derecho internacional en los tiempos inmediatos a la firma de la Paz de Westfalia de 1648 que puso fin a la Guerra de los Treinta Años en Europa. Cuando se reiniciaron las batallas, los prisioneros o los que pudieran caer en esta condición, eran nuevamente librados de las ejecuciones o en todo caso terminaban desterrados si acaso dichos combates coincidían con los 40 días que suponía el tiempo de la cuaresma.