Mientras al excongresista Michael Urtecho le impusieron 25 años de cárcel por robarse la plata de los trabajadores de su despacho a los que a través de su esposa amenazaba con despedir si no le dejaban una parte de sus salarios, en el actual Congreso donde se ha denunciado la existencia de 14 “mochasueldos”, apenas uno de estos tristes personajes ha sido alejado del ejercicio de la función parlamentaria. Los demás siguen como si nada, y quizá hasta aspirando a la reelección.

Ayer en la edición de Correo Lima hemos mostrado una radiografía de estos 14 casos que pese a la gravedad que conllevan y a la indignación ciudadana que general, a excepción del caso de la exfujimorista María Cordero, han sido pasados por agua tibia para felicidad de los protagonistas y de los que más tarde sueñan con llegar al Congreso para levantarse todo lo que encuentren a su paso, con la certeza de que nada les pasará porque siempre es posible un pacto de impunidad.

Recordemos las veces en que los “mochasueldos” del actual Congreso han sido salvados por sus colegas, con lo que al final se han hecho acreedores a suspensiones ridículas, recortes de haberes y hasta llamados de atención, a pesar de que en el Perú el robo de dinero ajeno, sin importar la modalidad, es un delito que se paga con cárcel como lo demuestra el caso de Urtecho. Hasta donde se sabe, las leyes no se han modificado. ¿Por qué la diferencia?

Tengo la teoría, muy personal, de que los 14 casos sacados a la luz por la prensa que tanto detestan muchos legisladores, son apenas una minoría de todos los que se han dado en el pasado o hasta en la actualidad, y que por eso muchos congresistas no tienen autoridad moral para sancionar a colegas descubiertos con las manos en la masa. Por eso la infame frase de que “otorongo no come otorongo” está más viva que nunca en el caso de los ladrones de plata ajena conocidos como los “mochasueldos”.

Cuando los congresistas se pregunten por qué la gente los rechaza con tanta fuerza en las calles, analicen el caso de estos señalados como pájaros fruteros del sueldo de sus trabajadores, que no han perdonado ni los bonos excepcionales que reciben los trabajadores parlamentarios. Lamentablemente estos mismos personajes han aprobado su reelección a través del reinstaurado Senado de la República, así que posiblemente no nos libraremos de ellos tan fácilmente. Para llorar.