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No dudamos de que el Gobierno no permitirá actos de corrupción como los planificados con tanto frenesí en los “Morenoaudios”, pero el caso muestra una cadena de errores fehacientes que merecen una explicación.

La renuncia de Carlos Moreno a su asesoría en Palacio se produjo el domingo 2 de octubre y el lunes se publicó la resolución. Dos días después, consultado por el tema, PPK responde que la salida de su asesor se debió a motivos personales. Recién el viernes 7, luego que por la mañana Moreno denunciara un falso “chuponeo”, PPK, primero, y Fernando Zavala y Patricia García, después, en conferencia de prensa, expresaron los reales motivos de la salida. Esto revela, por lo menos, un afán de ocultamiento nocivo para un régimen que busca hacer de la transparencia una bandera de lucha innegociable. Todo indica que el objetivo del gobierno de PPK fue esconder la basura bajo la alfombra y apostar por un silencio que, con otros protagonistas, podría haber hecho pensar en algún nivel de complicidad. Lo correcto para PPK y Zavala hubiese sido, con las pruebas que tenían, convocar el lunes 2 de octubre a una conferencia de prensa y mostrar los audios a los medios de todo el país para demostrar que, en efecto, el Gobierno no está dispuesto a tolerar que fanfarrones de poca monta, lenguaraces insulsos o charlatanes agazapados tras el poder mancillen a un régimen que busca marcar una diferencia en la lucha contra la corrupción. El mal manejo de la gestión de crisis y la reacción tardía le costarán al Gobierno varios puntos de popularidad, y bien merecido se lo tendrá. No es que los estén embarrando por nada, como dijo PPK; hay responsabilidades contundentes, que incluyen en los extremos la designación de una escoria y un inaudito agradecimiento, que el Ejecutivo debe aceptar.