La muerte de José Miguel Castro, ex gerente municipal y hombre de máxima confianza de la exalcaldesa de Lima, Susana Villarán, debe ser esclarecida sin mayor dilación para que la ciudadanía sepa la verdad y no queden dudas sobre el deceso de quien estaba por cerrar un proceso de colaboración eficaz con el Ministerio Público, que iba permitir echar luces sobre toda la trama de corrupción que rodeo la gestión de la exburgomaestre que confesó públicamente haber recibido coimas de empresas brasileñas.
No olvidemos que Castro parecía dispuesto a declarar ante la justicia todo lo que sabía respecto a los “aportes” de los corruptores brasileños que eran proveedores de la Municipalidad de Lima. Estaba claro que iba a implicar a mucha gente, comenzando por la señora Villarán, quien en mayo de 2019 admitió que estaba al tanto de los dineros ilegales que financiaron su millonaria campaña contra la revocatoria, que obviamente no pudo ser pagada con rifas, polladas ni cenas en chifas.
No hay duda de que a muchos investigados y otros que están pasando piola, les convenía mantener callado a Castro, quien hasta la semana pasada estuvo acudiendo a las oficinas del Equipo Especial Lava Jato a fin de cerrar su trato, que de concretarse le iba a permitir la reducción de la eventual sanción penal que se le imponga por sus delitos. A un día del hallazgo del cuerpo de quien fue parte y testigo de la corrupción villaranista, el caso está en manos de Homicidios, de la Policía Nacional.
El deceso de Castro pudo ser un suicidio o un crimen muy bien preparado. Eso tendrán que determinarlo las autoridades que en todos los casos, pero en especial en este, deben actuar con rapidez y transparencia para que el ciudadano que en líneas generales desconfía del sistema de justicia y sobre todo del Ministerio Público, tenga la certeza de que lo que se le diga, sea la verdad, y de que no se está protegiendo a ninguno de los que pudo ser sindicado por el ahora fallecido.
A fines de año pasado también apareció muerto en un hotel uno de los implicados en la denuncia de corrupción de Qali Warma. Hasta el momento este deceso sigue con un velo de misterio porque ninguna autoridad policial o fiscal ha salido a dar la cara y decirnos a todos los peruanos, con pruebas y peritajes en mano, qué pasó realmente con Nilo Burga, el empresario que tenía una empresa que abastecía de alimentos en mal estado al mencionado programa social. ¿Pasará lo mismo con Castro?