Mujeres
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El rostro del talento cada vez va tomando rasgos de mujer. Van tomando posiciones más altas en las organizaciones, son corajudas empresarias, destacan en las universidades o son pilares de serenidad y sensatez en los hogares. Pero el rostro de la pobreza más extrema también es de mujer. Anciana o de edad madura, además discapacitada, madre abandonada, que vive en el campo o en un cerro.

¿Qué hacer desde las políticas públicas para apoyar a las mujeres en cosas concretas? Ir más allá del feminicidio y de la violencia familiar, y cubrir otros faltantes.

La falta de agua potable obliga a mujeres pobres a conseguirla de los camiones repartidores, trepando y bajando cerros con grandes pesos a cuestas, maltratando su salud y perdiendo tiempo y energía.

La falta de un moderno sistema de transporte, que les evite cuatro o cinco horas en peligrosos medios de locomoción, quedando a expensas de robos y vejámenes.

La falta de seguridad ciudadana, que expone ante la delincuencia, a mujeres que trabajan o a chicas que estudian.

La falta de mecanismos que incorporen a las mujeres a la educación superior cuando ya acabaron sus roles de madres y pueden retomar sus planes de vida.

La falta de igualdad en el tratamiento salarial para las mujeres profesionales respecto de los hombres, remunerando de manera justa su productividad.

Las mujeres de valor no requieren muletas sicológicas ni cupos electorales ni empalagosos halagos, sino que nivelemos la cancha en serio, con políticas públicas verdaderamente inclusivas, más allá de la demagogia.