Hace cuatro años, tuve el honor de ser elegida presidenta del gremio empresarial más importante del país: Confiep. Fue un reto y un desafío intenso e inolvidable, en primer lugar, por haber sido la primera (y hasta ahora, la única) mujer invitada a presidirlo y en segundo lugar, por haber constituido la experiencia un verdadero “doctorado” de inmersión intensiva en realidad nacional. Crear vínculos entre el sector público y privado, llevar la voz de distintos sectores empresariales ante las autoridades gubernamentales y lograr la generación de políticas públicas adecuadas que permitieran impulsar la inversión privada y la generación de crecimiento y desarrollo, son experiencias que jamás olvidaré. Hasta el día de hoy, recibo múltiples invitaciones de organizaciones de mujeres, empresarios, organizaciones sociales y académicas para compartir con otras mujeres mi experiencia de vida y los retos que tuve que pasar para lograr romper el denominado “techo de cristal”.

Siempre he dicho que no soy partidaria de “cuotas”, de repartija de cargos o posiciones de poder por “genero”. Creo profundamente en el talento y en la capacidad de las mujeres para lograr todo aquello que nos propongamos, con perseverancia y con inspiración. Nada pareciera estarnos vedado y nada pareciera sernos esquivo, salvo, en ocasiones... ¡la oportunidad! la bendita igualdad de oportunidades, que muchas veces no llega. Y si no lo cree, compruebe cuántas mujeres hay en los directorios de las empresas que conoce, versus los caballeros y ¡ya me contará! Las mujeres somos talentosas, inteligentes, intensas y determinadas siempre a lograr todo aquello que nos proponemos, pero sin duda muchas veces no las tenemos todas con nosotras y no todas las veces nos hacen las cosas fáciles. Llegar a posiciones de “poder” nos pone en una situación excepcional y nos hace muchas veces “frágiles” a la crítica y a la mirada escrutadora de quienes creen que por ser mujeres nuestras acciones y decisiones pueden ser cuestionadas con mayor libertad que cuando las toman los varones. ¡Y vaya que es verdad! No se puede encontrar la paz, evitando la vida, decía Virginia Woolf y las mujeres, tenemos siempre la oportunidad de inspirarnos, de ayudarnos, de motivarnos y de impulsarnos unas a otras para aprender a vivir siempre mejor.