Cuando la campaña electoral y la posibilidad de reelegirse están a la vuelta de la esquina, cada vez son más partidos políticos los que le hacen ascos a presidir o ser parte de la próxima Mesa Directiva del Congreso. ¿A qué se debe tanto “desprendimiento”? A que son pocos los que quieren salir a pedir el voto de los ciudadanos como autoridades o cabezas de un Poder Legislativo plagado de delincuentes, sinvergüenzas, pillos, comechados, brazos de economías ilegales y defensores de un golpe de Estado.
Ahora todos se corren. Nadie quiere ser asociado a un Congreso tan desprestigiado como el que tenemos. Incluso los de Alianza para el Progreso (APP), que han convertido al Legislativo en su agencia de empleos, no están interesados en seguir al frente luego de las cuestionadas gestiones de Alejandro Sánchez, el que nunca dio la cara a los medios; y Eduardo Salhuana, el que propuso a Yessenia Lozano, la “hija política” de César Acuña, para ocupar un cargo sin contar con las calificaciones necesarias.
Son varios los congresistas que ya han sido objeto de insultos y agresiones incluso en sus regiones de origen, hechos que deben condenarse de manera contundente, sin ni siquiera ser miembros de la Mesa Directiva. En una campaña tan polarizada como la que se viene, es comprensible que sean pocos los que quieran exponerse a ser objeto de estas actitudes injustificadas, pero que reflejan la indignación de la gente ante los llamados “padres de la patria”. Mientras menos los relacionen con el actual Congreso, mejor.
Además, en plena campaña electoral debe ser muy complicado salir públicamente a dar la cara por los bonos que se entregan a los trabajadores, las generosas canastas navideñas, las contrataciones irregulares, el blindaje a los colegas impresentables que roban el sueldo de sus empleados, las movidas de los mineros ilegales que siempre se salen con la suya y hasta las sesiones con escaños vacíos porque no les da la gana de volver a la presencialidad. ¿Quién va querer cargar con esto?
Sin embargo, el elector debe tener siempre buena memoria y no olvidar los rostros de quienes tanto daño le han hecho al país en los últimos cuatro años desde el Congreso. Tampoco debe dejar de lado a los líderes de los partidos que han colocado a gente que jamás debió llegar a un cargo público, no solo por su escasa preparación y dudosos antecedentes, sino también por su voracidad que los ha llevado a tratar de sacar provecho de donde sea a costa del bolsillo de los ciudadanos. Abundan las evidencias.