La construcción de la sociedad, sus instituciones y el Estado como proceso permanente, requiere tener una visión de la sociedad que buscamos. Mantenemos la desigualdad existente o avanzamos en desarrollar la posibilidad de oportunidades para todos con equidad, desterrando la corrupción y el abuso de poder.
Los procesos históricos de surgimiento de la república como la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos y la nuestra el 28 de Julio de 1821, establecieron valores como la “libertad, igualdad y fraternidad”.
Desde fines del siglo XX se han sucedido -con algún retroceso- gobiernos civiles en el país bajo dos Constituciones que establecen y regulan el papel del Estado, sus instituciones y poderes. Desde 1993 con el cambio constitucional bajo el gobierno de Fujimori, se proscribió la participación del Estado en la economía, se eliminó la planificación social y económica, y avanzó la corrupción, involucrando a media docena de expresidentes, así como se copó el Poder Judicial.
Quienes en este proceso electoral argumentan fraude sin aportar prueba alguna, no solo son malos perdedores, sino que debilitan la democracia que supuestamente defienden. En su desesperación olvidan que el poder electoral es un Poder del Estado, y aún así le dirigen cartas al presidente Sagasti para que intervenga o piden auditoría a la OEA.
Democracia es competir lealmente, reconocer derrotas propias y el triunfo de los otros. Si no es así, se debilita las instituciones electorales, se fomenta la violencia y la desconfianza. Es hora, señora Fujimori, de reconocer el triunfo de su contendor. Pedro Castillo ha ganado estas elecciones y debe ser proclamado presidente del bicentenario.