El próximo domingo 7 de noviembre se realizará el proceso electoral en Nicaragua y hay que evitarlo. Daniel Ortega, controla todo el aparato electoral, por lo cual las inminentes elecciones serán una burla para la democracia. Ortega se mantiene en el poder por la fuerza pues nadie lo quiere.

Ha venido menoscabando los derechos sociales de la población y ha encarcelado prácticamente a todos los líderes de la oposición para tener el camino libre en unas elecciones ficticias y por tanto, a priori, completamente deslegitimadas. La práctica de la represión, entonces, es su arma más poderosa, habiendo conseguido en adición, el control de los medios de comunicación, y aplicado abusivas medidas de fiscalización económica a sus propietarios, como sucedió en su momento con los de Canal 12, prácticamente una de las dos empresas televisivas que sobrevivía a duras penas.

Desde el 2007, y con Rosario Murillo, su cónyuge, escandalosamente como por derecho divino -propio del absolutismo del siglo XVIII-, en el cargo de vicepresidenta del país a partir de 2017, Ortega, se ha venido mostrando cada vez más despótico y gendarme, sin perturbarse por las críticas a la concentración del poder en su familia. Tampoco le importa la lista de muertos que ha producido su acción reaccionaria que seguirá haciéndola a cualquier precio para mantenerse en el poder. Recordemos que la mesa de diálogo constituida a raíz de la crisis de 2018 fue completamente ninguneada por el ex líder sandinista.

La inmensa mayoría de los nicaragüenses quiere que Ortega deje el poder pero éste, como pasa en Venezuela, cuenta con el apoyo de una cúpula militar corrupta para perpetuarse. Hay países en América, como es el caso del Perú, cuyos gobiernos deben deshacerse de sus temores y prejuicios, presiones e hipotecas, y decididamente -no es requisito que lo sea de derecha o izquierda, sino uno cabalmente democrático-, se encaminan a coadyuvar para que acabe esta penosa realidad en un país centroamericano hermano. Por eso, la comunidad internacional -los que integran la OEA en nuestro continente-, no pueden mostrarse indiferentes y ver que Ortega logra su cometido tal como sucede con Maduro en Venezuela y Raúl Castro por medio de su acólito Díaz-Canel, en Cuba.