Hoy en día, muchos padres organizan las agendas de sus hijos llenándolas de actividades extraescolares para asegurarles un futuro exitoso o como forma de conciliación laboral. Sin embargo, esta sobrecarga puede afectar negativamente su desarrollo emocional. La psicoterapeuta Nora Malberg en su columna en El País “Niños con agendas sobrecargadas” advierte que, aunque estas actividades pueden tener beneficios académicos, limitan el tiempo de juego libre y aburrimiento, ambos esenciales para el desarrollo de la creatividad y la capacidad de gestionar la frustración. La falta de tiempo de ocio puede generar una dependencia a la hiperactividad y afectar la capacidad de los niños para disfrutar de la tranquilidad.
En el caso de los niños de padres separados o divorciados, la sobrecarga de actividades extraescolares se agrava por la falta de coordinación y los conflictos de crianza entre ambos progenitores. Estos niños suelen estar expuestos a un doble nivel de estrés: por un lado, la carga emocional de adaptarse a la separación de sus padres y, por otro, la presión de agendas saturadas que pueden complicarse por los desacuerdos entre ambos. Por ejemplo, cuando un progenitor prioriza el deporte y el otro lo académico, el niño puede sentirse desgarrado entre sus expectativas y preferencias personales, afectando su bienestar.
La saturación de actividades en estos casos puede impedir que los niños desarrollen habilidades emocionales esenciales, como la resiliencia o la tolerancia a la frustración, y fomentar una dependencia de la actividad constante para sentirse validados.