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Hace dos semanas, la Academia Latina de las Artes y Ciencias de la Grabación anunciaron las nominaciones a los Latin Grammy en sus diversas categorías, codiciados premios que se entregarán el 15 de noviembre en Las Vegas, en una ceremonia en la que se junta la crema y nata de la industria musical en nuestro idioma. Todo hubiera transcurrido sin mayores reacciones que la acostumbrada algarabía de los tomados en cuenta y el silencio de los que no fueron considerados para el trofeo, pero sucedió lo inesperado: uno de los músicos e intérpretes más conocidos del reggaetón se pronunció. "A pesar de estar nominado, no estoy de acuerdo con la manera que trataron al género y a muchos de mis colegas. Recuerden una cosa muy importante, su plataforma no fue la que creó este movimiento. Esto va más allá de un premio. Esto es cultura, credibilidad, pertinencia y respeto”, escribió Daddy Yankee. A él se sumaron J. Balvin, Maluma, otros dos exponentes del también llamado género urbano, quienes manifestaron su extrañeza por cómo habían sido ninguneados en las categorías principales, en las que se siguen considerando a los mismos nombres, a las mismas caras, salvo una que otra excepción. Como era de esperarse, ante esta protesta, que se resumió en una frase: "Sin reggaetón no hay Latin Grammy", salieron los detractores del género a pronunciarse de la forma más elemental: la burla, la descalificación y, sobre todo, a justificar que no se les considere como un "género decente" porque bien merecido se lo tenían, debido a que han "contribuido a la degeneración de la música". Calificar sin conocer parece ser una tendencia en estos últimos tiempos y hacerlo en terrenos tan subjetivos como la música es peligroso, porque corremos el riesgo de dejar de lado y anular propuestas por el solo simple hecho de que no nos gusten. El reggaetón que no es un ritmo de reciente aparición, tiene 30 años más o menos dando vuelta por la industria, es la columna vertebral del hoy llamado género urbano, donde se pretende meter en un solo saco a todos los otros subgéneros que se han forjado a raíz de las muchas fusiones que han aparecido. Quienes a priori se ubican en ese odioso pedestal desde donde miran con desprecio todo lo que no les agrada deberían escuchar no solo lo más popular del género que pretenden minimizar, también lo interesante que se está produciendo y que es resultado del trabajo de compositores, músicos e intérpretes que están dándole duro y de manera profesional. Quizá por eso la molestia de los más influyentes del reggaetón, quienes consideran que la Academia no se ha puesto a la altura de los tiempos, de las nuevas tendencias y hayan sucumbido ante la opinión de quienes piensan que cantidad no es calidad, que no se debe premiar y considerar como álbum del año a artistas por el solo hecho de pertenecer a un género que bailan en el mundo entero. En la historia de la música hay miles de ejemplos de ritmos que fueron señalados con el dedo, ninguneados, calificados hasta de "satánicos", pero que luego han merecido el lugar que merecen. En estos tiempos, en todos los ámbitos, menos en la música hay que tratar de sacudir el prejuicio, es mejor andar por la vida sin esa mochila. Se vive mejor.