Si a los 3 años los niños temen “salirse de la caja”, equivocarse o expresar ideas propias, ¿cómo superarán esos miedos al crecer? Cuando un pequeño es reprendido por pintar fuera de las líneas, silenciado por una pregunta “fuera de lugar” o castigado por no seguir instrucciones exactas, asocia creatividad y curiosidad con riesgos.
En esta etapa, los niños aprenden si el error es una oportunidad o una amenaza. Un reproche humillante enseña a temer equivocarse, mientras que un estímulo positivo fomenta la confianza para explorar. Valorar intentos creativos, incluso si desafían lo convencional, es clave para desarrollar mentes resilientes y seguras.
Padres y maestros no deben limitar ni moldear rígidamente a los niños, sino inspirar y acompañar. Un entorno donde las preguntas son más importantes que las respuestas y la experimentación prima sobre la obediencia les permite descubrir su potencial sin temor a ser juzgados. No se trata de caos, sino de empatía y respeto.
Si queremos que los niños enfrenten un mundo incierto con éxito, debemos priorizar habilidades como creatividad, adaptabilidad y confianza sobre el cumplimiento de estándares rígidos. Criar niños que se atrevan a equivocarse es preparar adultos capaces de innovar, resolver problemas y liderar con autenticidad.
En un mundo donde no todos los caminos serán claros, necesitarán habilidades como la creatividad, la adaptabilidad y la resiliencia para avanzar. El verdadero desafío no es enseñarles a encajar, sino darles herramientas para afrontar la vida con valentía y curiosidad, incluso cuando no tengan todas las respuestas.