En los últimos meses, la situación del mercado mundial de harina de pescado enfrenta un preocupante escenario. En China, el principal destino de este producto a nivel mundial, diferentes factores de carácter climático y sanitario han hecho que la demanda se reduzca en 50%.

Efectivamente, los fuertes tifones y lluvias que azotan al gigante asiático han perjudicado la temporada de acuicultura, que ya sufre un retraso en los cultivos y donde no se espera un crecimiento en el corto plazo. A ello se suman problemas asociados a temas sanitarios de la industria pecuaria, los que, en conjunto, están impactando significativamente en el consumo de ingredientes marinos.

Por otro lado, el yuan ha seguido depreciándose frente al dólar debido a la disputa comercial entre Estados Unidos y China. Las consecuencias de esta situación han provocado mayores costos de importación debido al aumento en el tipo de cambio, el cual ha pasado de 6.8 a 7.1.

En este contexto, las expectativas del sector pesquero peruano para el 2020 no son las mejores, pues se advierte que las empresas del rubro entrarán en estrés financiero debido a la disminución de los precios de sus productos por menor demanda, la cual ya se está sintiendo en la actualidad.

Frente a ello, debemos seguir impulsando una agenda procompetitividad que lleve a una reducción real de las elevadas cargas regulatorias que enfrenta el sector; como por ejemplo, las asociadas al programa de control y vigilancia, que gracias a los avances tecnológicos que existen podrían reducir sus costos hasta en un 50%.

Como sabemos, cuando China se resfría, aquí nos da pulmonía. La diferencia es que si nos enfocamos en las tareas de prevención, podremos evitar este mal. Estamos aún a tiempo.