En ocasiones, los profesores etiquetan a los estudiantes como “flojos” o “desinteresados”, pero ¿es realmente falta de esfuerzo o un sistema que no ha sabido despertar su curiosidad? Lo que parece apatía puede ser una desconexión entre el estudiante y lo que se le ofrece.

Un niño que pasa horas investigando sus intereses o devorando cómics no carece de voluntad, simplemente no encuentra sentido en lo impuesto. Si se distrae, ¿es indisciplina o falta de métodos de enseñanza atractivos? Si abandona un reto, ¿es flojera o falta de apoyo para desarrollar resiliencia?

Los videojuegos y redes sociales los motivan porque ofrecen desafíos y recompensas inmediatas, algo que el sistema escolar muchas veces no logra. Más que fomentar creatividad y pensamiento crítico, la escuela tiende a priorizar memorización y obediencia.

Muchos niños rechazan leer libros escolares, pero disfrutan otras lecturas. No es que no les guste leer, sino que el contenido escolar no los engancha. Del mismo modo, cuando un estudiante se frustra y abandona un desafío, suele ser porque el entorno no le proporciona las herramientas necesarias para persistir.

Como padres, queremos lo mejor para nuestros hijos, pero ¿la educación tradicional realmente responde a sus necesidades? Algunos colegios logran despertar entusiasmo, mientras que otros solo son una rutina desmotivadora. Sacar buenas notas no siempre es sinónimo de aprendizaje real.

La clave no está en asumir que el problema es del estudiante, sino en cuestionar el sistema. Si la escuela no enciende su curiosidad, quizás es momento de buscar una que lo haga.

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