El documento con el que la Fiscalía solicita la detención preliminar del “Gabinete en la Sombra” muestra el estado de putrefacción de un Gobierno al que no cabe otro calificativo que el de miserable. Las pruebas abundan y en todas aparece un sujeto, de nombre Pedro Castillo, que no merece ser llamado presidente de la República.
La asquerosa compra de congresistas, los celulares arrojados al mar, la quema de documentos, el ocultamiento de videos, la alteración de registros, el direccionamiento de obras, el pago de coimas y un sinfín de hechos comprobados tienen como indudable cabecilla a un farsante que debería ser vacado por incapacidad moral pero si no lo es, acusado e inhabilitado con las categóricas pruebas presentadas por la Fiscalía de la Nación.
Estamos en un momento bisagra de la política peruana y ante un volquete de evidencias, el Congreso no puede seguir siendo cómplice de esta banda criminal. Los 87 votos son difíciles porque hay también en el Parlamento una gavilla de cogoteadores de saco y corbata coludidos con la banda principal, pero la inhabilitación política sí podría concretarse. Es indigno para el país, una afrenta, que un grupo de desalmados maneje nuestros destinos. Y es, también, hay que reconocerlo, una vergüenza que todos, como ciudadanos, no nos volquemos a las calles a hacer sentir el peso de nuestra indignación y el calibre de nuestra rabia.
Hay una anomia moral, una inercia perversa y continua que alimenta esta permisividad suicida. También queda demostrado que la izquierda caviar solo protesta ante enemigos ideológicos. Si no lo es, se cruza de brazos. ¿Qué estamos esperando? Nunca como hasta ahora, con un récord que debe rebasar los límites de nuestras fronteras y con símiles solo alcanzados por las dictaduras africanas, un país observa, despreocupado, cómo un grupo de malhechores se apropian de los fondos públicos con total desparpajo. Solo la Fiscalía de la Nación, algunos jueces y algunos congresistas dan la talla. No los dejemos solos.