Mientras el Ministerio Público reinició las investigaciones contra el presidente Pedro Castillo por el presunto delito de tráfico de influencias, en el caso de los ascensos en las Fuerza Armadas, más señales de corrupción siguen apareciendo en torno al jefe de Estado y sus allegados. Incluso el empresario Zamir Villaverde ha dicho que “así me maten voy a declarar con la verdad”, en clara alusión a las revelaciones que hará contra el mandatario. Es evidente que al margen de su absoluta incapacidad para dirigir los destinos del país, hay serias dudas sobre su transparencia y talla moral.

Debe ser por eso que la gran mayoría de peruanos califica a la gestión de Castillo con nota desaprobatoria (07), según la última encuesta de Datum, y crece la sensación que la salida a la crisis política del Perú pasa por realizar nuevas elecciones para presidente de la República y congresistas.

A casi un año de padecer con este Gobierno, cada vez son menos los peruanos que confían en su capacidad. El jefe de Estado no sabe qué rumbo tomar ni cómo acumular fuerzas para revitalizarse y llegar a cumplir su mandato. En esas condiciones es inviable su permanencia.

Si nadie hace nada y menos el Congreso. Si se sigue mirando a otro lado, se cumplirá el escenario en el que el desgobierno, la inestabilidad y el caos no será transitorio. Todo se alargará hasta irnos al abismo.

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