Tiene razón quienes dicen que estos días de emergencia nos permitirá saber de qué estamos hechos. Es aquí cuando de verdad nos ponemos a prueba, cuando podremos saber hasta dónde podemos llegar como nación.

Y la prueba no empezó del todo bien. Empezó más bien a trompicones, desde el Gobierno -que si bien actuó con premura no fue muy claro en sus mensajes-, cierta clase empresarial y ciertos ciudadanos. No se tomaron las cosas con la debida seriedad, se minimizó la pandemia y las medidas de emergencia. Ha tenido que salir el Ejército con sus armas en las manos para entender que debemos guardar cuarentena y que es necesario tener paciencia mientras el Covid – 19 retrocede.

Ni bien empezó la emergencia el Twitter deploró las malas artes expuestas por empresas como Latam, Cineplanet o Renzo Costa. No fue muy claro todo, pero quedó la percepción de que hubo un intento miserable de aprovechamiento en un momento tan duro. Sin embargo, el problema no estaba solo en las grandes empresas. En todo el país, al cierre del lunes último, las denuncias de los ciudadanos proliferaban por el abuso de los transportistas interprovinciales que elevaban sus precios como se les antojaban y a sumas inverosímiles. Gente sencilla y emprendedora de provincias mostraba su peor cara. Nada que envidiar a los llamados oligarcas con la que cierta izquierda sueña.

Apenas estamos arribando al día tres del estado de emergencia dictado por el gobierno de Vizcarra, y seguramente vendrán más anuncios, algunas medidas adicionales y otros ajustes. También habrá más casos de coronavirus, sin duda. Pero tenemos doce días más para demostrar que el Perú es un país capaz de revertir una crisis, con solidaridad y disciplina. Como ocurre con el fútbol, pongámonos la camiseta y repitamos “sí se puede”.