Hace un mes escribí sobre la necesidad de reaccionar frente a la situación en Venezuela y por eso mi columna la intitulé “Nuestra diplomacia sobre Venezuela”. Han pasado 26 días y la barbarie en el país llanero continúa, y Torre Tagle sigue impávido. Llama poderosamente la atención que el Perú, otrora contar una diplomacia de prestigio ampliamente reconocida, junto a la de Itamaraty, durante este gobierno no haya sido capaz de asumir su verdadero derrotero en la región y el mundo. A estas alturas del partido, cuando a Humala le queda casi año y medio en el poder, ya podemos ir emitiendo algunas reflexiones conclusivas. 1° El gobierno con su silencio manifestó que es cómplice del nefasto régimen dictatorial de Maduro. Lo apañó descaradamente en el marco de la reunión de Unasur, aquí en Lima, avalando increíblemente su seudotriunfo electoral, cuando todos sabíamos que hubo fraude. Maduro ya desde su irregular condición de candidato se había puesto al margen del derecho. 2° Desde que Maduro asumiera el gobierno, que recibió casi mesiánicamente de Chávez, se han producido innumerables actos de violación de derechos humanos y nuestra Cancillería ha venido brillando por su ausencia, haciéndose de la vista gorda, sin emitir un solo comunicado condenando el abuso chavista. 3° La política exterior peruana no ha estado a la altura de las circunstancias internacionales. No ha liderado ningún mecanismo de acción conjunta con los demás países de la región para crear un clima de legítima oposición colectiva al régimen gendarme de Maduro. 4° La política exterior de Humala no ha sido jamás reflejo de la política de estado del Perú, que es de respeto y defensa incólumes de la democracia y los derechos humanos, sin distinciones. En este asunto, que es central, el gobierno humalista no ha sido coherente, acrecentando muchas suspicacias.