La dictadura de lo políticamente correcto tiene pulsiones tiránicas que lindan con lo ilegal. De cuando en cuando, dependiendo de la moda dominante, las grandes contradicciones de lo políticamente correcto entran en el juego político y exigen premisas antagónicas. Culpan al Estado y al mismo tiempo piden que este solucione los problemas. Culpan a una educación supuestamente ideologizada y exigen reeemplazar el liberalismo por otra ideología. Y así nos va.

El último intento del radicalismo que pretende imponernos una mátrix de pensamiento único sobrepasa todos los excesos. ¡Ahora intenta meterse en nuestras camas matrimoniales! No contentos con dirigir la educación, la justicia, el periodismo, la empresa y la cultura, la mátrix del pensamiento único ahora quiere indicarnos cuántos hijos debemos tener. Eso ha sucedido esta semana en la que he leído sorprendido cómo los operadores del maniqueísmo ideológico han insultado al matrimonio compuesto por Giuli Calambrogio y Justo Balmaceda, orgullosos padres de ocho hijos, con argumentos pueriles de tipo económico y político. Si nadie ve en esto una clara amenaza contra la libertad de los padres de elegir cuántos hijos tener, entonces el avance del pensamiento único ha calado entre nosotros contaminando la básica libertad de elegir.

Conozco muchas familias como los Balmaceda-Calambrogio que luchan por sacar adelante a sus hijos sin imposiciones ideológicas. El Estado poco o nada hace por esas familias. En vez de criticar a los padres de familia que apuestan por contribuir a la sociedad con su trabajo, debemos de buscar las soluciones con las que el Estado pueda contribuir al fortalecimiento familiar. Finalmente, ¿no es labor del Leviatán buscar el bien común? Mientras tanto, dejen a las familias numerosas en paz.