Tras Perú y Chile, Colombia se ha sumado a la ola de suicidios que arrasa con América del Sur. Ecuador se salvó por muy poco, pero Brasil está a un paso de volver a elegir a Inácio Lula da Silva y antes que todos, Venezuela, con una larga y sangrienta dictadura, y Bolivia, con un Luis Arce que gobierna bajo la sombra de Evo Morales (y que mantiene abusivamente en la cárcel a Jeanine Añez) fueron los abanderados de este inusitado y radical cambio en la geopolítica subcontinental.
No alcanza este espacio para ahondar en las razones de este harakiri colectivo, pero sí habría que vislumbrar el horizonte oscuro que se le avecina a la región. El gran problema es que en mayor medida, estos defensores de Cuba y amigos de Nicaragua, no creen en la democracia y aspiran a llegar para perpetuarse. Castillo lo intenta con la Asamblea Constituyente y, mientras tanto, para evitar que surjan mecanismos constitucionales como la vacancia, no ha dudado en comprar congresistas como a “Los Niños” y a varios de otras bancadas. Habrá que esperar que sale de la Asamblea Constituyente que prepara la nueva Constitución de Chile que, en sí misma, representa un lapidario congelamiento de las inversiones y un enfriamiento de la economía.
Gustavo Petro, por su parte, es un exguerrillero del M-19 que ha llegado a decir que “la riqueza es de quien la necesita, no de quien la crea” y “quien posee riqueza en cualquier medida es, en esencia, un enemigo del pueblo”. “La propiedad es casi siempre un hurto a los pobres y la Colombia humana se encargará de redistribuir, en bien de ellos, lo que otros injustificadamente aluden como ‘propio’”, ha señalado sin sonrojarse. Difícilmente estos alumnos disciplinados del Foro de Sao Paulo maquillarán sus apetencias y la angurria de poder que normalmente disfrazan con la palabra “pueblo”, por eso es que el Perú tiene ahora el gran reto de iniciar la ruta de la limpieza, en nuestro caso, de un antro de la indecencia como Pedro Castillo. Si lo logramos, quizá podamos ser un ejemplo o una advertencia para los que ven a su país como un botín.