Las expectativas que el Proyecto Olmos alienta en el sector agroindustrial del país no pueden ser pasadas por alto. La puesta en marcha de las obras que transvasarán las aguas de la vertiente oriental de los Andes, que servirán para alimentar las 43 mil 500 hectáreas de desierto en Lambayeque, convirtiéndolas en una importante fuente productiva significan, entre otras cosas, la reactivación de la industria azucarera en el norte del Perú.

Conviene repasar algunas cifras: además de las cuantiosas hectáreas que se beneficiarán con el riego, la culminación oficial del proyecto permitiría la generación de 40 mil puestos de trabajo directo y 200 mil vacantes indirectas, de acuerdo con las apreciaciones brindadas por el ministro de Agricultura y Riego, Juan Manuel Benites. Esto demuestra, una vez más, la importancia de la inyección de capitales privados en nuestra economía de gran escala. Los $600 millones de inversión necesarios para la puesta en marcha de este ingenio se traducirán en $1000 millones en exportaciones de palta, quinua, caña de azúcar, entre otros productos del suelo. En definitiva, un golazo económico para el país.

Sería conveniente llamar la atención nuevamente sobre los resultados de una administración pública que alienta un clima amable a las inversiones. Es preciso que la estabilidad en los diversos ámbitos de responsabilidad política sea la prioridad del Gobierno, ya que la prosperidad cívica siempre se escribirá con cifras azules.