Sin que llegue a constituir en el momento actual una seria amenaza a la vida humana, las alertas internacionales ante la detección de la variante ómicron del coronavirus, no se han podido ocultar. De hecho, la Organización Mundial de la Salud – OMS, que la viene evaluando en la condición de riesgo muy alto, ha sido la primera en llamar la atención de la comunidad internacional en un momento en que el planeta lleva más de 5,2 millones de muertos por la Covid-19, y en nuestro país, son más de 201 mil fallecidos.

La ciencia sigue estudiando las características de esta variante de la cual hasta ahora han sido halladas más de 30 mutaciones, para determinar, por ejemplo, si las vacunas que hoy se vienen aplicando a la población mundial, podrán contrarrestar sus efectos. Sin que sea una afirmación y de manera responsable tendremos que decir que no existe nada que asegure que no proteja la vacuna que cuenta la humanidad.

En África subsahariana o sencillamente en África negra, que es donde se ha encontrado a la ómicron, se han adoptado medidas para evitar que se produzca una mayor diseminación de esta variante por otras partes del mundo. En realidad, será en los países hacia donde parten quienes hayan llegado hasta ese continente, en donde deberán adoptarse las medidas correspondientes. Nada de bajar la guardia. Si uno mira la percepción de las autoridades en diversas partes del mundo, notará que son distintas. Mientras Joe Biden busca adoptar las acciones para neutralizar los efectos que pudiera producir en todo EE.UU., el país más castigado por la pandemia -va camino a los 776 mil muertos-, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ningunea a ómicron, creyéndola una variante insignificante.

El tamaño de las medidas contra la pandemia, entonces, están determinados por los gobernantes porque teniendo poder y capacidad de decisión, van a determinar los niveles de respuesta nacional y de paso deberán asumir los activos de responsabilidad social por sus actos de acción o de omisión. Pero esta realidad se vuelve más trágica con otra no menos preocupante que es la reticencia de relevante un número de personas a la vacunación, poniendo en grave riesgo la tranquilidad y la felicidad de sus familias. Por eso aún no hay que hablar de postpandemia. Sigamos combatiendo a la enfermedad.