La manera de cómo la mayoría de los países de América Latina encara a la variante ómicron del coronavirus, sigue siendo reactiva, es decir, las medidas para atenuar sus estragos son decididas conforme se van produciendo otras decisiones preliminares. Por ejemplo, apenas el gobierno del Estado de Israel tomó la decisión de aplicar a su población una cuarta dosis de la vacuna, entonces recién los países de nuestra región están evaluando hacerlo, como acaba de suceder con Costa Rica y seguirá con otros países de Centroamérica y Sudamérica, entre ellos, el Perú. El mundo cuenta con más de 5,2 millones de muertos por la Covid-19, razón suficiente para abandonar las prácticas reactivas, buscando que las políticas sanitarias o de salud sean más bien proactivas, es decir, anticipándose antes que esperando las consecuencias o impacto. Las acciones reactivas generalmente son sólo circunstanciales y están dominadas por la inmediatez y por el momento, sin siquiera mirar prospectivamente el problema, abriendo la brecha de la vulnerabilidad para los propios Estados. La naturaleza reactiva es una penosa realidad y pasa en muchos otros ámbitos de las políticas gubernamentales o frente interno de los Estados. Cuando una amenaza es transfronteriza y transversal, es decir, se vuelve común a varios o muchos países, es conveniente de que las autoridades gubernamentales coordinen y colaboren recíprocamente, dado que las acciones unilaterales o individuales siempre serán insuficientes para superar el embate de una pandemia. Desde que apareció en el mundo la Covid-19 y en marzo de 2020 fue formalmente admitida por la Organización Mundial de la Salud - OMS, las medidas adoptadas han sido generalmente reactivas desnudando incluso la ausencia de políticas de administración de crisis. Nadie podría negar que eso pasó en nuestro país. En efecto, acostumbrado en 200 años a las políticas reactivas y alejados de una auténtica administración de crisis como política de Estado, quedamos enlutados con más de 201 mil muertos. Ya sabemos que ómicron es una variante del SARS-2, el virus que causa la enfermedad de la Covid-19, que viene presentando más de 30 mutaciones , y respecto de la cual, la ciencia ha identificado su alta incidencia de contagio. Deberíamos, entonces, tomar decisiones que no parezcan vespertinas.